Todo comenzó con un sueño
San Antonio Arrazola es una población oaxaqueña del municipio de Santa Cruz Xoxocotlán muy cercana a la ciudad de Oaxaca, la capital del estado. Ha ganado reconocimiento gracias a unas figuras talladas en madera de todos los tamaños, colores y formas que puedas imaginar; estas son mezcla de distintos animales como aves, mamíferos, insectos y reptiles, además de criaturas imaginarias que parecen ser los habitantes fantásticos de un mundo mágico. Por supuesto, estamos hablando de los alebrijes que elaboran los artesanos en sus talleres. ¿Los conoces?
Su origen se encuentra en la década de 1930 en la ciudad de México, donde el artesano Pedro Linares López (1906-1992) empleó el término alebrijes para referirse a unas criaturas fantásticas que vio en un sueño delirante en una ocasión que cayó enfermo; tras superar la enfermedad, recreó estas criaturas con cartón y papel. Sin embargo, este mismo nombre se adoptó y adaptó para designar las figuras que tallaba en madera el artesano Manuel Jiménez (1919-2005) en San Antonio de Arrazola, lejos de la ciudad de México, y que continúan produciendo sus descendientes y muchos otros pobladores.
Para elaborar los alebrijes, los artesanos de Arrazola emplean madera de copal, la tallan y dan forma a las figuras, las dejan secar en la sombra y las lijan; después eligen un fondo de pintura sobre el que finalmente se añade la decoración de cada pieza, tanto con pigmentos naturales como con pintura acrílica. En este proceso los artistas elaboran sus productos de principio a fin y transmiten, de una generación a otra, los conocimientos y las habilidades que adquieren a lo largo de su vida. Cada pieza es única y representa un proceso creativo en el que los artesanos dan rienda suelta a su imaginación; por ello, los alebrijes de Arrazola son una manifestación de creación colectiva que tiene como base una larga tradición familiar y comunitaria, al mismo tiempo que una expresión individual en la que cada artista plasma sus ideas, sus conocimientos, sus habilidades y su visión del mundo.
La enorme destreza con que los artesanos de Arrazola elaboran sus piezas y la gran belleza que plasman en ellas les ha otorgado el merecido reconocimiento del que gozan en México y el extranjero, y su contribución ha sido fundamental para que los alebrijes sean un símbolo muy importante de la identidad oaxaqueña.